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Alfa Romeo 4C

25 de abril de 2014

El deportivo italiano pesa 920 kilos gracias a un bastidor de carbono y va impulsado por un motor 1.7 Turbo de 240 CV.

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No busques espacio para dejar el móvil, una suspensión cómoda, espacio para el equipaje –ni siquiera del fin de semana-, ni tampoco una dirección suave. El Alfa Romeo 4C es la reencarnación de los deportivos de raza, con un toque increíble de diseño italiano que supone una vuelta a la conducción pura y a las sensaciones al volante que se habían perdido con la llegada de la electrónica.
Fabricado en la factoría de Maserati en Módena, el 4C se inspira en la larga tradición deportiva de la marca, en concreto en el 33 Stradale, un vehículo con una mecánica muy exigente y un estilo inconfundible con el sello Alfa Romeo, a la estela de su hermano mayor, el 8C Competizione.
Encuadrar a este coche en un segmento es difícil porque se trata de un vehículo único que no tiene rivales directos. El bastidor es de fibra de carbono para lograr un peso muy reducido (920 kilos) y elimina todos los elementos que no son necesarios para la conducción, como la dirección asistida, en busca de una mayor efectividad.
El motor va situado en posición central transversal detrás de los asientos y nada más girar la llave de contacto emite un bramido que avanza sus intenciones. Es un bloque de cuatro cilindros 1.7 Turbo que alcanza una potencia máxima de 240 CV a 6.000 rpm y un par de 350 Nm entre 2.100 y 4.000 rpm, con una velocidad máxima de 258 km/h y un paso de 0 a 100 km/h en 4,5 segundos. El consumo medio homologado es de 6,5 litros y las emisiones de CO2 de 159 g/km, cifras que nunca se acercarán a lo que sucede en la vida real.
Habrá quien ponga el grito en el cielo cuando calificamos de ‘deportivo puro’ un coche con 240 CV, pero la clave la encontramos en la relación peso potencia, de 3,83 kg/CV en el Alfa Romeo 4C, mucho mejor que en un Lotus Elise S (4,2 kg/CV) o un Audi R8 (3,95 kg/CV). Y eso se nota cuando pisamos el pedal del acelerador a fondo, momento en que experimentamos un fuerte empuje contra los asientos y obliga a concentrarse en la conducción.
Es un deportivo compacto, que mide 3,99 metros de longitud, 1,86 de ancho, 1,18 metros de altura –requiere una cierta flexibilidad para entrar y salir- y tiene una batalla de 2,38 metros, con un mínimo maletero de 110 litros de capacidad que da para guardar una pequeña maleta de medidas homologadas como equipaje de mano y poco más.
Las sensaciones son muy interesantes al afrontar las primeras curvas, porque la dirección apenas tiene asistencia y se muestra muy directa, reaccionando muy bien a la indicación del volante. Gira bastante plano, con muy pocas inercias y se pueden afrontar las curvas a una velocidad bastante alta sin perder el control del coche en ningún momento, salvo cuando el firme está muy ‘roto’ que obliga a tener ciertas precauciones, porque al ser muy dura la suspensión puede darnos algún susto.
El sonido del motor se transmite al habitáculo en toda su intensidad, y aunque no es la preciosa melodía de un V8, tiene su encanto para quienes están acostumbrados a conducir un deportivo de este tipo o para los amantes de la conducción pura. No intentes mantener una conversación por teléfono mediante el sistema manos libres con bluetooth que monta, porque es misión imposible, y la radio tampoco merece la pena conectarla, salvo en un aburrido viaje por carreteras rectas.
La transmisión TCT de doble embrague es rápida, funciona bastante bien y cuenta con tres modos de conducción para elegir, dependiendo del estado del ánimo del conductor y del trazado que se vaya a realizar. La selección se hace mediante el interruptor ‘dna’ y el cambio se maneja con las levas del volante. Carece de palanca de cambio y para iniciar la marcha basta pulsar el botón ‘1’ y el coche se pone en marcha.
El interior es bastante espartano y todo está enfocado a la conducción, aunque los acabados son muy buenos y con un toque que mezcla la deportividad y la elegancia. Volante con la base plana, levas del cambio en carbono, asientos con buen ajuste en piel y un cuadro de mandos de lo más futurista con una pantalla a color que cambia de configuración dependiendo del modo de conducción. Al seleccionar el modo Race se da preferencia al cuentavueltas y aparece un indicador de la fuerza G. También cuenta con la función Launch Control que prepara el coche en parado a 6.500 vueltas para realizar la aceleración en el menor tiempo posible.
Viene equipado con un sistema de frenos autoventilados Brembo con pinza fija de cuatro pistones en el eje delantero y 305 mm de diámetro y pinza flotante TRW en el eje trasero con un diámetro de 292 mm.
La unidad que hemos probado estaba pintada en color rojo –como debe ser- y era un espectáculo por cada sitio que pasaba. Ha sido una experiencia gratificante que merece la pena probar. Y no es un capricho muy caro, pues la tarifa oficial es de 53.990 euros, a lo que habrá que sumar los 1.500 euros de la tapicería de cuero, 1.400 euros de las llantas de aleación ligera de 18” en el eje delantero y 19” en el trasero o alguno de los packs (Luxury o Racing) por 3.700 euros. 

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